“LA LECCIÓN DEL PERDÓN.”

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“LA LECCIÓN DEL PERDÓN.”

 

TAN SEVEROS CON NOSOTROS.

En este mundo nos han enseñado que es de humanos errar como perdonar; no obstante, esto que parece algo natural y cotidiano llega a ser más complicado aún que muchos de los impedimentos o limitaciones que afrontamos en nuestra vida, máxime si nosotros somos quienes fallamos. 

Si bien, siempre hemos entendido que, para avanzar, hay que afrontar las faltas y superarlas o cuando menos seguir a pesar de ellas, en nuestros días es nuestro actuar, quien de forma consciente o inconsciente se resiste a ello.

Es curioso, pero cuando se trata de perdón, solemos seguir tanto o más radicales con nosotros mismos que con terceros.

La posible misericordia que podemos mostrar al mundo se obstruye fuertemente cuando se trata de exhibirla hacia nosotros. 

El juez iracundo que favorece a otros de repente no da cabida a siquiera considerar benevolencia para su causa y por consecuencia, lejos de encontrar un aliciente para progresar y buscar enmendar el camino, resulta que es negligente a entender las razones de la falla y no sólo se recrimina sino se lastima más por ser hacia sí mismo.

En ocasiones, llegamos a ser tan duros y determinantes con nuestros yerros que más parecería que no pretendemos en forma alguna solucionarlos llegando incluso a ensañarnos. Olvidamos de ser quienes construimos soluciones y nos ocupamos en auto lapidarnos.

A diferencia de la empatía que puede ser el punto de partida con otros para recomponer sus acciones, con nosotros la omitimos y nuestro veredicto pasa a ser sólo castigo en vez de una pronta solución.

No es lógico comprender porque podemos ser mejores para otros que cuando se trata de superar las diferencias y alcanzar acuerdos siendo que primeramente debiéramos de ocuparnos de estar bien con nosotros.

Tratándose de errores o faltas, para ti que es más fácil … ¿Perdonarte a ti o a otros?

 

LA VIRTUD DE OIR.

En diversas charlas ante amigos y compañeros que enfrentan problemas; una vez que se explayan y encuentran posibles de las explicaciones del porque se dieron las faltas, resulta que juzgan con varas distintas; es decir, con los otros muestran su enojo y encuentran un actuar que corresponda ante ellos, mientras que para sí, muestran molestia, se insultan y se cuestionan el que hacer y aún sabiendo la respuesta y comprendiendo que pueden avanzar, detienen ese momento y mantienen su recriminación hacia ellos.

En casa me decían que la naturaleza es tan sabia que nos formo a los humanos con dos orejas y una boca, alegando que con ello tendríamos la posibilidad de escuchar el doble del tiempo del que hablamos.

Y no cabe duda de que eso es básico, basta a veces escuchar, la razón de un distanciamiento entre dos personas para entender que las acciones hacia una no corresponden en forma alguna a las que se pretende aplicar quien cuenta.

Llama la atención que si ambos fallaron y se rompió la comunicación, el que nos platica busca encontrar justificaciones para el otro mientras que para sí son veredictos muy fuertes. 

El juez y castigador pasa a ser la persona que se explaya, sin pretender en ocasiones buscar consensos con el otro.

Lo difícil para quien escucha es eso, saber escuchar y tener la pertinencia de encontrar las palabras adecuadas que conduzcan al afectado a una etapa de reflexión y construcción; evitando con ello generar mayor daño o su cerrazón a la realidad.

Si el diálogo fomenta el diseño de soluciones y aminorar las afectaciones … ¿cuál es el motivo para negarnos a ello?

 

¿SE TRATA DE LEVANTARNOS?

Quien tiene un problema y lo comparte con nosotros es porque seguramente quiere ser escuchado y probablemente, tenga interés en encontrar una solución conjunta que le permita vivir más a modo en los momentos próximos.

Si ese es el propósito, … ¿qué nos lleva a nosotros a tratar de sentenciar sin oír, a resolver sin conocer, a imponer nuestra forma de ser en su estilo de vida?

Si estamos a la escucha y en posición de apoyo, no nos consideremos superiores, toda vez que puede ser que nunca hubiéramos vivido una situación similar, habiéndola tenido hayamos contado con la fortuna de encontrar y ejecutar una solución o simplemente, únicamente estemos distantes de una vivencia parecida.

La “suerte” de no estar en esa situación nos da la posibilidad de ayudar a quien se acerca a nosotros en una posición vulnerable … seamos prudentes y brindemos los elementos para su remedio.

La confianza de quien nos cree con el talento necesario para colaborar en la sanación no tiene por qué perderse por nuestro ego, soberbia o vanidad por el hecho de estar ante un ser vulnerable.

La vida me ha dado muchas lecciones, en ocasiones en formas inimaginables. En una ocasión vi que un niño que apenas podía caminar levanto un pajarillo del suelo que se había estrellado contra un vidrio, lo acarició con sus manos y se sentó en el suelo hasta que se despabiló y tuvo fuerzas para intentar volar, ya que empezó a aletear el niño se paró y corrió abriendo sus manos para que con su recorrido se impulsará el ave, ésta tomo vuelo y se fue muy arriba y lejos. Cuando los papás se acercaron, el pequeño dijo que había encontrado un amigo que necesitaba de su tiempo para sanar y continuar. Es curioso, pero con su sonrisa me recordó el valor de estar para quien lo necesita.

En fin, en casa siempre me dijeron que ayudar a otros es una virtud de la persona sabia, el lastimar es una muestra de un mediocre. ¿Coincides en ello?

 

EL VALOR DE SER.

No hay momentos fáciles o difíciles al momento de dar un consejo, únicamente son especiales en virtud de la confianza que representa y el aliento que puede ser para impulsar a otro en su vuelo; sin embargo, siempre es conveniente recordar que con las palabras se puede empoderar a las personas y que los sentimientos expuestos se convierten en parte de nuestra secrecía y prudencia.

Tanto el dar un consejo como el brindar apoyo hacen de los seres humanos eso, que sean “humanos” y como tales, les permitan trascender más allá de sus acciones y mejor aún, con las semillas de aliento que siembren en otros.

Seguramente, tanto la naturaleza como cualquier credo nos muestran el camino de colaboración para fortalecer a otros en estado de vulnerabilidad, hagamos que esto sea parte de nuestra esencia.

Asimismo, a veces resulta básico recordar al de la voz sobre la importancia que tiene el intentar perdonarse y hacer todo por lograrlo, con el propósito de creer lo que uno ha ganado en su vida y los triunfos para alcanzar en nuestro camino.

Conviene recordar que nadie es tan pobre para no aportar una palabra de aliento ni tan opulento para no aceptarla.

Si tienes la oportunidad de escuchar a otro e impulsarlo, no lo dudes; quizás también tu recibas el impulso necesario para continuar logrando ser la mejor versión de ti.

Hay que tener también presente que la semilla que ayudas a florecer puede ser que en el futuro también se convierta en el árbol que con sus ramas te proteja de tempestades; en ese sentido, no niegues y mucho menos reniegues de la posibilidad de acudir a abrigar al desamparado.

La vida es sabia y siempre nos presenta pruebas que, pese a su dificultad, nos enseñan y permiten madurar. 

Abre los ojos y alístate a apreciar lo que ante ti se muestra, disfrútalo, aprende y continúa diseñando tu destino. Y ten presente que cada momento nos presenta lecciones, estate atento, diviértete, disfruta y conserva lo mejor de ello. 

¡HAZ DE TU VIDA ALEGRÍA Y COMPÁRTELA!

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