En Januca, poco después de haber llegado a Migdal HaEmek, a finales de la década de los sesentas del siglo pasado, un joven de esa ciudad me dijo que su hermano estaba detenido en la cárcel Shata y que iba a ir a visitarlo. Le dije que con mucho gusto lo acompañaría ya que su hermano es mi hermano.
Mi primera impresión fue chocante! Judíos en la cárcel?? Cómo podía ser??? Cómo habían llegado a ese lugar? Por qué había tantos? Luego de la visita, y de realizar el encendido de velas de Januca, salí por el corredor principal y de manera espontánea bese a uno de los detenidos. Días mas tarde, me llegó a mi casa una carta desde esa cárcel.
La misiva fue escrita por el prisionero que besé de manera espontánea a mi salida, y me señaló que era la primera vez que recordaba que alguna persona lo hubiera besado.
En ese instante, pensé que la única manera de evitar que jóvenes judíos llegaran a esa situación de desgracia, sería creando un espacio educativo y social donde los niños reciban un hogar cálido, lleno de amor y educación. Un lugar donde se puedan formar como buenos ciudadanos del Estado Judio que estaba forjándose.
Fue ese mismo día que decidí fundar Migdal Ohr. Trascurrieron ya más de 45 años, 45 años salvando vidas de pequeños y pequeñas ayudándolos a encaminarse, a salir adelante, a buscar un camino de paz.
Pasaron 45 años, y he regresado a la cárcel Shata, a seguir nuestro programa de rehabilitación para detenidos que es uno de los más antiguos dentro del Servicio
Penitenciario de Israel. He venido a hablar con los detenidos, a enseñarles el camino de la Torá, de la sabiduría, del buen ser. Hemos rezado, cantado y bailado juntos. Hemos encendido una vez más una vela de Januca la cual les iluminará el camino al cual ellos deberán regresar.
Nota: Justo estamos en Januka y se dio que con esa visita, que él mismo cuenta a la carcel, dio comienzo Migdal Ohr.
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