- Un desfile de cuerpos y paisajes caracteriza la nueva cinta de Gabriel Mascaro
- El cineasta brasileño tamiza bajo su pausada mirada una historia sencilla, sobre gente sencilla, y que fue premiada como mejor película en Río de Janeiro
Por las mañanas, Iremar prepara a los bueyes para las vaquejadas (especie de rodeo tradicional brasileño) y rastrea los alrededores de su casa en busca de maniquíes o telas para sus diseños en las tardes. Galega conduce el camión que los transporta durante el día y se viste con los diseños de Iremar por las noches para bailar sensualmente para los hombres de la región. Cacá, hija de la bailarina, aprende a trabajar con los bueyes en las vaquejadas pero sueña con tener un caballo.
Así el planteamiento de Buey neón (Boi neon, 2015), el nuevo largometraje del brasileño Gabriel Mascaro que forma parte de la 60 Muestra Internacional de Cine y se exhibirá del jueves 24 al martes 26 de marzo en la Sala 1, Jorge Stahl. Se trata de su segunda película de ficción y la primera con un elenco profesional. El realizador se sirve de su experiencia en el campo del documental para combinar lo observacional con lo dramático en un retrato de la cambiante región del nordeste de Brasil.
Las películas de Mascaro son cintas de descubrimiento activo. El personaje y su historia se definen escena a escena, desde la primera a la última. Se interesa menos por la evolución arquetípica de tramas y mucho más por el retrato cinematográfico de un momento, de unas personas, de un lugar. Su cine se nutre de la sustancia de sus personajes harto interesantes, llenos de matices y con un mundo interior por descubrir.
En su cinta, Gabriel no sólo explota el poder visual de los cuerpos femeninos y masculinos, sino también de los animales. Todo el tiempo oscilando entre lo real y lo ficticio. "Como artista no hago distinción entre ficción y documental, para mí la observación del mundo es híbrida y estamos siempre mirando y recreando la realidad. El hecho de inventar es parte de la experiencia del mundo ordinario", declaró el artista en una entrevista para Efe.
De hecho, Mascaro nos concede una de las escenas de sexo más audaces dentro del cine de autor actual, haciendo gala de su capacidad de crear lienzos y composiciones arrebatadoras, especialmente en ese tipo de escenas. Se trata de un instante alargado pero que nunca pierde intensidad.
El planteamiento de la película tiene muchos puntos en común con la anterior Ventos de agosto (2014). Ambas conforman paisajes y personas de Brasil. Buey neón se desarrolla en una zona concreta del país sudamericano, en este caso el noreste, y muestra las rutinarias vidas de los lugareños siempre adaptando la representación de su mirada a las posibilidades del entorno, por su capacidad de explotar el máximo los paisajes.
Parte de la prensa especializada coincide en que el director aquí vuelve a dar en el clavo al tamizar bajo su pausada mirada una historia sencilla, sobre gente sencilla. Con su ritmo de observación documentalista, haciendo un uso testimonial del montaje y dejando que la vida pase ante el objetivo de su cámara tras colocarla en el lugar preciso.
Buey neón tuvo su estreno mundial en la Muestra Internacional de Arte Cinematográfico de Venecia, destacando en la sección Orizzonti. También fue bien recibida en festivales de Toronto, Londres y Río de Janeiro.
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