Mucho se dice acerca de que quien sabe sobre los demás, tiene en sus manos una forma de control sumamente eficaz.
Sin embargo, llega el momento en que la obsesión por saber sobre otras vidas, provoca un desinterés o descuido hacia la vida de uno mismo.
Un descuido en secretos ajenos, desde luego es una forma de control; y por ende, de poder…o viceversa, quien sabe.
Aquí viene precisamente esa disyuntiva sobre el consabido poderío económico, que puede llegar a titubear y hasta caer (posiblemente), ante los embates de fuerzas externas, que ya no solamente tengan el conocimiento de todos los movimientos, sino hasta el mismo control absoluto.
El dinero, el poder que se deriva de éste, y el mismo status social y vivencial, se ven fuertemente arremetidos, cuando ya no se puede tener el las manos la decisión de lo que puedo uno hacer o no.
Un hombre poderoso, triunfador, millonario, emprendedor y hasta novedoso en sus acciones; se ve fuertemente perturbado, cuando llega a su vida una persona decidida a tratar de subsanar todos aquellos problemas propios de su niñez y juventud.
“En menos de lo que canta un gallo”, como diríamos aquí en México, esa persona puede estar ya tomando control de todos y cada uno de los mínimos detalles que puedan forjar el ser y sentir de quienes han llegado al a cúspide.
Pero aquí viene precisamente ese desconocimiento de quien parece tener en sus manos las reglas y las acciones del juego; y quien ha olvidado por completo el control sobre su propia vida.
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Ente peligroso, que enfrenta con todo lo que tiene, anhela y lo que ha venido arrastrando, para convertirse en “El Intruso”
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