Dice un conocido refrán que las desgracias nunca vienen solas, es posible que estas terribles semanas que hemos pasado sean la prueba de ello, pero ante una crisis social como ésta, creo que vale la pena, de una vez y por todas, empezar a tomar medidas que nos permita superar el horror cotidiano que producen muchos casos diariamente, como los de Ingrid y Fátima.
Hace poco más de una semana, Twitter y Confianza e Impulso Ciudadano (la organización ciudadana que tengo el honor de encabezar) lanzamos el 5511- 8575- 55, la primera línea en México para prevenir y atender casos de suicidio. La respuesta en estos días ha sido impresionante, sin embargo, también se ha unido a otro problema que no teníamos contemplado en lo inmediato: las diferentes formas de violencia en contra de niñas, niños y adolescentes, que los impulsa a llamar a partir de que nos ubican en esta red social.
No es un fenómeno único de México, en Estados Unidos, Japón, Corea del Sur y Brasil, donde también hay una alianza similar con Twitter, los casos de intento de suicidio o aquellos que inician con pensamientos suicidas, muchas veces están relacionados con situaciones de agresión, abuso y violencia en contra de quienes contemplan esa posibilidad, en particular menores de edad, adolescentes y jóvenes entre los 20 y los 24 años de edad.
Es decir, la violencia acumulada, esa que marca de por vida, es el origen de muchos de los casos en los que una persona trata de atentar contra sí misma, son hechos que están conectados y que comprueba la necesidad de políticas públicas y servicios integrales que comprendan y atiendan los diferentes aspectos de la vida de una persona que sufre.
La pérdida, primero de Ingrid y luego el abominable desenlace de Fátima, son llamadas de atención que debemos adoptar para que, como una sola sociedad, actuemos más allá de quejarnos o dividirnos, muchas veces, por tonterías. Porque una sociedad desigual, con amplios márgenes de pobreza, de falta de oportunidades y concentración del ingreso, tendrá formas de violencia que rayan en el terror, que siempre deben indignarnos, aunque no sorprendernos. Un tejido social débil, erosionado por la pérdida de valores y ocupado por el afán de contar con recursos materiales y económicos al precio que sea, producirá necesariamente niveles de agresión que terminen por devaluar el significado de la vida de cualquiera de nosotros. Son causas que provocan consecuencias ¿O qué esperábamos después de décadas de inseguridad, de corrupción y de impunidad?
Salir de este precipicio necesitará de la colaboración y de la participación de todas y de todos. Viene la protesta muy significativa del próximo 9 de marzo, a la cual hay que apoyar e impulsar para que se convierta en un parteaguas que termine con la cultura machista a la que nos hemos arrojado durante muchos años. Este es un país con mayoría de mujeres, no lo olvidemos, lo cual no se ha traducido en mejores oportunidades, más representación o igualdad en el trato profesional y personal.Es decir, no llegamos a este horrible estado por casualidad, fueron años de violencia acumulada, de valores erróneos y de indiferencia social que hoy nos están pasando la factura en el peor de los momentos. Para solucionarlo, no necesitamos de ningún gobierno absoluto que venga a ejercer sus capacidades para tratar de ordenarnos, somos —espero— una sociedad mayor de edad para corregir hábitos, vicios y costumbres equivocadas, que permitan garantizar la seguridad de mujeres, niñas, niños y adolescentes; en suma, de todos.
Tenemos una obligación social y moral de hacer lo que esté a nuestro alcance para que las muertes de cientos de mujeres, de niñas, de niños, de jóvenes y de adultos, no sean en vano y recuperemos (si alguna vez ha sido así) la paz en un país que merece un mejor destino.
Ya no basta con pensar que somos más los buenos, si esta mayoría también es de los indiferentes. Aquí ya dimos un paso: contar con el 5511- 8575- 55, en este arranque de 9 a 18 horas en tiempo real —y 24 horas vía digital en @ConfianzaMx y www.confianzaeimpulsociudadano.org.mx— para que podamos reducir el número de suicidios y prevengamos de manera profesional, con sicólogas, abogadas y criminólogos, cualquier forma de violencia en contra del presente de nuestra nación: niñas como Fátima y jóvenes como Ingrid. Ayúdanos a difundir y hagamos esa diferencia que tanto pedimos.
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