Construcción Ciudadana
miércoles 27 de marzo de 2019
Recibí un número inusual de comentarios y mensajes por el artículo de hace dos semanas, en el que proponía que mejor nos evaluáramos nosotros en estos primeros 100 días que tiene el gobierno federal en funciones, en lugar de sumar un análisis más al desempeño de la actual administración.
Tengo que confesar que me llevé varias sorpresas. Desde quien, ofendido, reclamó que los ciudadanos no tendríamos por qué ser medidos, pues no somos autoridad, hasta quien dio una calificación reprobatoria a la ciudadanía mexicana, no por estos 100 días de cambio de época, sino por años y años en los que nuestro comportamiento ha dejado mucho qué desear.
De fondo, el ejercicio (o la provocación) dejó opiniones valiosas y diferentes propuestas para mejorar nuestra calidad de vida como mexicanos. La principal, no depende ‒aunque sí exigir derechos‒ de ninguna autoridad. Este gobierno está haciendo lo suyo, guste o no, pero ello no necesariamente es determinante para que nosotros asumamos la tarea de construir el país que deseamos.
La experiencia de atender a miles de víctimas de delitos, abusos o faltas administrativas, me permitió, antes y ahora, entender que la mayoría de nuestras actividades en sociedad están conectadas y, de la buena organización que tengamos, podemos prevenir, evitar y hasta revertir muchas de las causas que nos han sumido en la inseguridad y en la impunidad.
Un ejemplo, que fue un comentario y me llamó la atención, era la convivencia en los parques públicos. Suena menor y hasta trivial, pero no lo es; la manera en que actuamos en espacios abiertos determina las condiciones de seguridad, de comunidad y de violencia que padecemos.
Cualquier delincuente (no es necesario buscar alguno para entrevistarlo, así que confíen en estos datos) necesita de referentes muy particulares para actuar, dependiendo del delito en el que esté especializado. El más común, el robo a transeúnte, requiere de mala iluminación pública, poco o nulo mantenimiento del mobiliario urbano, falta de regularidad para recoger la basura, en resumen, de una condición de abandono.
Un sitio así, cerca de una alta concentración de personas, imaginemos una salida del metro o una escuela preparatoria, da a los criminales la posibilidad de asaltar sin problema a víctimas que forzosamente siguen una ruta. Si sumamos un patrullaje policiaco deficiente, no hace mucha diferencia si en la zona existen cámaras de seguridad.
Cada parque, cada plaza, cada avenida, que no están habilitadas para que los ciudadanos puedan caminar sin obstáculos y con buena luz, son puntos en los que pueden cometerse muchos delitos. Son los mensajes de descuido e indiferencia que mandamos, los que permiten que colonias enteras sean consideradas de alto riesgo y, en consecuencia, que las autoridades no inviertan recursos públicos en ellas, lo que sólo provoca un círculo vicioso del que nunca salimos.
Una acción tan sencilla como el arte urbano, estas intervenciones en los muros, en las cortinas vandalizadas de negocios, en las áreas abandonadas, permiten comprometer a los vecinos, mejorar los servicios públicos, e incluso aumentar en cuestión de semanas el valor de las propiedades, además de darle una vía de expresión a jóvenes creadores que no buscan rayar paredes, sino expresar un talento artístico que se convierte en valor agregado para las comunidades.
Otro acto tan simple como recoger las heces de un animal de compañía, hace la diferencia entre que este mensaje llegue o haga dudar al delincuente sobre lo idóneo del lugar para establecer su negocio. Varios comentarios me indican que, además, empezamos a tener un problema de convivencia en ciertos parques entre quienes pasean a sus perros y quienes los usan para correr o pasear; estas diferencias nos dividen y eso lo observan rápidamente los criminales; pues no existe nada más conveniente para un delincuente que la división social.
De lo que he mencionado, no hay algo que parezca imposible o consuma demasiado tiempo de nuestra vida cotidiana, únicamente demanda un compromiso con el vecino, con el paseante, con el corredor o el ciclista, y hasta con el turista y el visitante.
¿Cuándo empezamos?
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