Los Monstruos Llegan al Teatro de la Danza

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  • En la obra de danza infantil Diccionario no exhaustivo de la monstruología de Dery Fazio, que se presentará los sábados y domingos del 8 al 30 de noviembre
  • Participarán bailarines del CEPRODAC

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Seres tenebrosos que han trascendido a lo largo de la historia, como la criatura de Frankenstein, la bruja o el fantasma fueron el punto de inspiración para la creación de la obra Diccionario no exhaustivo de la monstruología, de la bailarina y coreógrafa de origen uruguayo Dery Fazio.

 

“Ellos nos llevan hacia un mundo fantástico. Lejos de estereotipos, los monstruos de este espectáculo  son en ocasiones amables y corteses, en otras inquietantes; a veces realizan proezas con el fin de maravillar nuestros sentidos”, señaló Dery Fazio en entrevista.

 

Diccionario no exhaustivo de la monstruología se escenificará en el Teatro de la Danza del Centro Cultural del Bosque, dentro de la Temporada de Danza Infantil que organiza el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), los sábados y domingos del 8 al 30 de noviembre, a las 13:00 horas. Asimismo, la obra formará parte de la Temporada de Danza Escolar que se realiza en coordinación con la Secretaría de Educación Pública.

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¿Qué pasaría si el monstruo que se esconde en el rincón más oscuro de nuestras pesadillas apareciera ante nosotros? ¿A qué jugarían estos monstruos? ¿Cómo hablarían? ¿Serían monstruos buenos, malos o muy malos? Estas son algunas de las interrogantes que se plantean en este espectáculo, especialmente diseñado para que los pequeños puedan disfrutar de un mundo distinto, lleno de imaginación y fantasía.

 

“Los monstruos nos atraen hacia un mundo misterioso, insólito, mágico y sublime. El propósito que busco alcanzar con esta obra es abrir una puerta hacia la imaginación, y dejarla abierta”, comentó Dery Fazio.

 

“Gracias a historias, cuentos, mitos, leyendas e imágenes, los monstruos nos acompañan a lo largo de nuestra niñez. Nos asustan y al mismo tiempo nos fascinan. Ese es el atractivo de este montaje. Al tratarse de una pieza de danza contemporánea, sin diálogos ni historia, fue importante para mi brindar constantemente elementos de lectura claros para los niños, con juegos como Doña Blanca; Un, dos, tres, calabaza o andar en bicicleta, y con objetos simples como botellas o espejos, que al sacarlos de su contexto ordinario se vuelven extraordinarios, gracias al manejo que hacen de ellos los monstruos”.

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Para la coreógrafa resulta complicado realizar espectáculos infantiles si realmente se considera al niño como público crítico y activo. “La primera dificultad estriba en decidir hacia qué rango de edad va dirigido el trabajo. Dada la temática y la puesta en escena de esta obra, la edad más apta para poder concentrarse y realmente disfrutar mi propuesta es a partir de los siete u ocho años. Otro problema es cómo interesarlos sin infantilizarlos. En esta obra se hacen y deshacen libremente historias. Es la simpatía o la empatía que cada espectador sentirá hacia los personajes lo que los hará entender”.

 

Explicó que los niños son un público sensible a los personajes, el vestuario, las luces, la música y las imágenes: “Todos estos elementos deben ser trabajados. La finalidad es solo una: maravillarlos. La obra comienza con un video de la joven realizadora Maïna Chirokoff Keravis, de 13 años de edad, a quien le pedí escribir, dibujar y narrar una historia basada en cómo ella veía a los monstruos. El resultado es extraordinario, la sinceridad de su voz al narrarnos la historia y su visión son fascinantes”.

 

Fazio destacó que el vestuario de Diccionario no exhaustivo de la monstruología, a cargo de Jerildy López Bosch, refuerza la esencia con la que cada intérprete hace vivir su versión de monstruo, mientras que la iluminación, de Xóchitl González, y la música, de Immanuelle Miranda, “dotan a la obra de poesía y tensión al crear diferentes atmósferas”.

 

En el espectáculo participan Erika Canseco, Ulises González, Guillermo Magallón, Alejandra Palma y Sheila Rojas, bailarines del Centro de Producción de Danza Contemporánea (CEPRODAC) del INBA. “Para un coreógrafo que no posee una compañía, como es mi caso, contar con bailarines entrenados y disponibles es un verdadero privilegio. En mi trabajo no solicito únicamente al bailarín como un ejecutante, sino que además le pido posicionarse como un artista, con la intención de hacer emerger en él el universo que lo hace singular.

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“Éste tipo de planteamiento y diálogo necesita tiempo y confianza, y a pesar de la juventud de algunos de los bailarines, logramos establecer un verdadero laboratorio de investigación, pues nos otorgamos mutuamente el tiempo de conocernos. Como directora del proyecto llegué con algunas ideas fijas  de lo que quería, pero me sorprendí al descubrir que ellos no solamente entendieron perfectamente hacia qué dirección iba el proyecto, sino que también lo enriquecieron al aportarle su propia locura a cada personaje”.

 

La coreógrafa consideró que en la época actual es importante llevar a cabo acciones de sensibilización desde temprana edad. “En este tiempo en que la pantalla es omnipresente y la información avanza a una velocidad alucinante, ¿qué debe hacerse con todas esas imágenes? Por eso debemos plantearnos cómo estimular al niño para que adquiera una actitud activa y no pasiva, cómo llevarlo al análisis de lo que observa, cómo hacerlo participar a través del movimiento, la reflexión, la propuesta y cómo llevarlo a resolver situaciones para que deje de ser un simple espectador”.

 

El lugar del artista para guiar al niño hacia un rol de planteamientos críticos y analíticos es privilegiado, agregó. “Cuando un creador o un pedagogo se presenta frente a un grupo es porque tiene algo qué transmitir. Los objetos técnicos que nos rodean en la actualidad deben ayudarnos como herramientas para intercambiar, desarrollar y estimular el potencial creativo de cada niño; para generar diálogo, acción  y discusión, y llevar al individuo de manera permanente de ser espectador a ser actor de un futuro en perpetua construcción.

 

“La música, la danza, el teatro y la pintura, entre otras disciplinas artísticas, tienen un potencial infinito para estimular la imaginación y acompañar el desarrollo del niño como individuo, pero también como parte de un grupo. El arte les ofrece a los pequeños otra forma de ver el mundo, la realidad, de ubicarse en ella y de transformarla. De ahí la importancia de iniciarlos a edad temprana”, concluyó.

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