ADIÓS, TOKIO 2020
Por Marcos Green
Ya la he publicado, pero mis dedos piden a gritos volver a escribir y mi boca a gritarlo. Es una de mis frases favoritas: “Al abrir un periódico, hay que buscar siempre las páginas deportivas, en donde se registran los triunfos del hombre. Las demás secciones solo llevan la cuenta de sus fracasos”.
Cada que termina un Mundial, una Eurocopa, y como ahora, una Olimpiada, me invade irremediablemente una terrible “cruda” que ni mis peores borracheras consiguen alienar. Me sumerjo en la nostalgia y necesito hacer catarsis. Y como al término de Rio 2016, esa catarsis llega a través de unas pocas líneas que plasmo a manera de homenaje a los atletas, al ser humano.
Tokio 2020, en 2021.
Durante dos semanas me olvidé de Netflix, interrumpí mis series, y hasta dejé de leer (oh, pecado mortal), para dar paso a una degustación que solamente puedo disfrutar cada 4 (o 5) años. Dos semanas en las que el televisor de la casa pedía descanso; “ya basta”, le escuché gritar en más de una ocasión. En las noches y sus madrugadas, para ver competencias en vivo. En las mañanas y tardes, para revivir, con los resúmenes y programas especiales. Una vorágine visual. Y así pude conocer a atletas de los que jamás había escuchado. Y los arropé a varios kilómetros de distancia.
A pesar de la pandemia, en la que seguramente muchos de ellos o dejaron de entrenar, o estuvieron limitados en su preparación, tuvimos unos juegos espectaculares, en los que hubo récords no solo olímpicos, sino mundiales.
Vi cómo la etíopeholandesa Sifan Hassan se caía y se levantaba para ganar su “hit” en los 1,500 metros (a la postre obtendría el bronce); y luego la vi ganar los 5,000 y los 10,000, pensando “¿es real esta mujer?”
Sufrí con y por “Nole” (Novak Djokovic), al ver truncada su esperanza (y de paso la mía) de un “Golden Slam” (solamente Steffi Graf lo ha conseguido).
Conocí la historia de Yusra Mardini, nadadora siria, refugiada, que hace algunos años, junto con su hermana, salvaron la vida de 20 personas al estarse hundiendo la embarcación en la que viajaban para llegar a Grecia.
Me emocioné al ver cómo el italiano Gianmarco Tamberi y el qatarí Mutaz Essa Barshim, amigos, pero rivales en el salto de altura, decidían compartir la medalla de oro.
Y repetí la dosis de éxtasis, ahora casi con lágrimas, al ver el tributo con que los clavadistas de la plataforma de 10 metros despedían a dos históricos de su deporte, el japonés Ken Terauchi y “nuestro” Rommel Pacheco.
Me di cuenta de que los italianos pueden (a veces) correr más rápido que los jamaiquinos (CITIUS) y saltar con garrocha más alto que los rusos (ALTIUS), y que después de mucho tiempo (Soraya Jiménez), otra vez una mexicana compitió con buen nivel en levantamiento de pesas (FORTIUS). (Citius, Altius, Fortius, y ahora, TOGETHER, como reza el nuevo lema propuesto para estos Juegos Olímpicos).
Ya no están ni Michael Phelps, ni Usain Bolt, pero si se trata de asombrarnos con multimedallistas, Caeleb Dressel y Emma McKeon los han sustituido de maravilla.
Simone Biles nos sorprendió a todos quienes la creíamos una deidad, humanizando sus atributos y sus límites; clamando un “basta” tan sonoro, que hasta los dioses del Olimpo escucharon y se solidarizaron. Y una vez calmadas las tempestades, la gimnasta consentida regresó para un merecidísimo bronce.
Siento que podría seguir derramando pixeles, contando historias de tantos y tantas atletas que en estas pasadas dos semanas nos han desvelado. Sería interminable y a ti que esto lees, posiblemente te daría flojera seguir leyendo. Mejor cambio un poco, de lo individual a lo colectivo.
Corroboré que, en el básquet, el oro sigue siendo gringo, tanto en hombres como en mujeres. El voleibol masculino dejó de pertenecerle a Brasil, que ni siquiera pudo subirse al podio, gracias a Argentina, que le arrancó el bronce. En el deporte visualmente más bonito de la justa, la gimnasia rítmica rusa perdió su hegemonía de 20 años, en individuales contra la israelí Linoy Ashram, en una final épica, y en conjunto, contra una sublime Bulgaria. Las carreras de fondo siguen siendo africanas por etnia, más no necesariamente por nacionalidad. Los clavados tienen en la perfecta China a su monarca absoluto, y cada ciclo olímpico nos presentan hasta niñas que no salpica ni dos gotas y que salen de la fosa con dieces a cuestas. Algo curiosísimo: el oro en el voleibol de playa masculino fue para la gélida e invernal Noruega. En el “fut” varonil, el “Scratch du Oro” repite, de la mano de un Dani Alves que, a sus 38 años, se convierte en uno de los futbolistas más ganadores de la historia; y en el femenil, nuevamente las históricas Brasil y E.U. se quedaron sin final (aunque E.U. se pudo colgar el bronce).
En 1976 se filmó una buena película, con Dustin Hoffman, Marathon Man. En 2021, el “hombre maratón” no puede ser otro que el keniano Eliud Kipchoge, quien a los 36 años sumó su segundo oro olímpico (Rio 2016), aparte de su plata en Beijing 2008 y bronce en Atenas 2004.
Considero un gran acierto la inclusión de un deporte “de niños”, la patineta. No vi las competencias, pero creo que sirvió de mucho para atraer hacia el olimpismo a un sector poblacional que cada vez tiene menos actividad física y hace menos deporte.
En cuanto los 4 bronces y el sinfín de cuartos y quintos lugares de la delegación mexicana, vaya mi total reconocimiento a esos logros, obtenidos con tan poco apoyo. Kudos. Los deportistas “amateurs” en México sufren viacrucis cuatrianuales para llegar a donde llegan. Y por eso, los bronces, cuartos y quintos lugares se pintan de y nos saben a oro. Quienes llegan hasta ahí, a pesar de tantas adversidades tienen todo mi respeto y admiración.
China estuvo a punto de arrebatarle la supremacía histórica a Estados Unidos, quien, en el último suspiro vuelve a dominar una Olimpiada. Los anfitriones, país “del Sol Naciente”, dignísimos terceros.
Hoy que todo ha terminado, lo único que me reconforta es que esta resaca solamente durará 2 años y 352 días, hasta Paris veinte veinticuatro.
Por todo ello insisto y comulgo: “Al abrir un periódico, hay que buscar siempre las páginas deportivas, en donde se registran los triunfos del hombre. Las demás secciones solo llevan la cuenta de sus fracasos”. “Imagine all the people, living life in peace” -John Lennon.
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