Ø El miércoles 19 de agosto a las 19:00 horas en la Sala Adamo Boari del Palacio de Bellas Artes
En el barrio asturiano de los días repetidos cada mañana, los pobladores caminan automatizados hacia la rutina. “Después de asomarme en el balcón de mi piso, vi la nada”, dice el personaje principal, el señor Silva, al inicio de La ciclista de las soluciones imaginarias del escritor venezolano Edgar Borges, obra publicada en 2014 en España y que recientemente Nitro/Press ha editado en México.
La Coordinación Nacional de Literatura del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) invita a la presentación editorial de la novela de Edgar Borges, con la presencia de Sandro Cohen, Rogelio Garza y Mauricio Bares, el miércoles 19 de agosto a las 19:00 horas en la Sala Adamo Boari del Palacio de Bellas Artes.
En entrevista con la Coordinación Nacional de Literatura, Edgar Borges afirmó que La ciclista de las soluciones imaginarias es una crítica a la forma en la que las instituciones de la sociedad, como el matrimonio o el gobierno, generan una realidad colectiva en la cual se pierde el individualismo y cada persona vive automatizada, alienada e inmersa en los espacios vacíos y estáticos de la cotidianidad.
“Pretendo mostrar todas las piezas de la cárcel social que, en libertad, los poderes le han fabricado al ser humano. El libro presenta los distintos componentes del entramado, donde ningún adulto puede ser tan libre como cuando era niño. Esa es la norma. Sin embargo, en la novela a cada rato algo ocurre para que ante los hechos, que se nos levantan como murallas, tengamos que preguntarnos: ¿Por qué, por qué? De ahí que siempre esté presente el juego de un niño y la infancia como el espacio que nos recuerda que alguna vez fuimos capaces de crear nuestro propio relato”, refirió Edgar Borges.
“El mal de la mirada trastocada” son las crisis de confrontación entre la mirada y la memoria que padece el señor Silva cuando su realidad se ve afectada por la repetición de los días. Al recurrir a sus recuerdos para contraponer su pasado a un presente circular, el protagonista se convierte en el observador de una superposición de realidades que lo llevan a un proceso caótico en el que ya no logra distinguir entre lo real y lo imaginario. Sin saberlo, recurre a la ruptura para poder reinventar su mundo por medio de la imaginación.
Al respecto Edgar Borges explicó: “Es un asunto sensitivo. El orden establecido ha hecho de todo un traje a la medida de una determinada interpretación: la palabra, el acontecer, la cultura, el espacio, el tiempo, la economía. La interpretación se satura y condiciona en la repetición. La realidad deja de serlo cuando se impone con balas o con chantaje. Hoy el aparato propagandístico de la realidad es la información.
“Se invirtieron los factores: no vivimos una realidad que se cuenta porque ocurre, sino que asistimos a una realidad que ocurre porque se cuenta. Las pesadillas también se fabrican. El esquema global se ha convertido en un modelo absoluto, como si ya no fuese posible la interpretación del sujeto o de un pequeño pueblo. Sin embargo, creo que la mente es una ficción aún por descubrir. En ese intento de combinar lo sensitivo con lo racional quizá esté nuestra sobrevivencia, nuestra existencia más allá de lo real y lo no-real”, dijo el entrevistado.
Es la ciclista de las soluciones imaginarias el catalizador que le permite al señor Silva romper con la repetición y así reinventar su realidad a través de la imaginación. “En la novela, la ciclista es el movimiento que vincula la mirada con la posibilidad de construir una nueva realidad; la ruptura de una línea, y una implosión que deja abierto el espacio para crear una nueva forma de realidad a partir de la fragmentación.
“La ciclista logra crear sobre la bicicleta otro tempo, otro lenguaje, otro vínculo; un tercer resultado, sorpresivo en su composición, que a su vez origina muchos otros resultados. La bicicleta sería el movimiento que altera la noción de realidad de una mirada. Por ello, en la novela, el señor Silva observa a la ciclista y se inventa nombres de figuras que ella hace sobre la bicicleta, figuras que el movimiento de la bicicleta abre en su imaginación”, resaltó el autor.
En algunas de las crisis de mirada trastocada, el señor Silva recurre a recuerdos de su estancia en México, que cuando fluctúa la realidad son denominados por quienes lo rodean como “fantasías mexicanas”. Para Edgar Borges, el señor Silva es un poco México, porque con su memoria, nuestro país es el símil para decir que a las naciones, como a las personas, les han puesto un traje de fuerza que no es suyo, y que debajo de ese traje hay una carne viva que aún respira.
Edgar Borges señaló que México era el espacio ideal para contar una historia de perspectiva de realidades. “El señor Silva siente que habla a distancia con un yo que le arrebataron, pues afuera, la educación, convertida en norma, le dice que tiene que ser como la mayoría. Esa es la realidad actual no solo de los individuos, sino también de barrios, pueblos y países.
“Las distintas generaciones hemos visto a México como un país con una historia cultural importante; una referencia a la hora de hablar de cine, literatura y artes plásticas. México tiene una historia cargada de imaginación. Y es en la imaginación donde socialmente cualquier país puede hallar la solución a sus problemas. Entiendo que una cosa es cómo nos ven y otra como nos vemos, pero también hay que aprender a verse y hacerse. Me gustaría que los lectores mexicanos leyeran la novela para jugar, volar y andar”, concluyó.
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